24 de enero de 2012



Nicolás Zavadivker es Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Tucumán, institución en la que se desempeña como docente e investigador. Es también becario posdoctoral de CONICET. Es autor del libro Una ética sin fundamentos, y compilador y co-autor del volumen de discusión La ética en la encrucijada, del que participan, entre otros, Mario Bunge, Ricardo Maliandi y Ricardo Guibourg. Además, publicó artículos y ensayos en Argentina, España, Francia, Uruguay y Chile. En estos dos últimos países, fue profesor invitado de la Universidad de la República y de la Universidad de Santiago de Chile.

El antiguo problema de la objetividad de la ética es abordado en este volumen a partir de un análisis de los juicios de valor, y del examen de la posibilidad de apelar a razones últimas en las discusiones morales. Para ello se remonta al desarrollo histórico-filosófico de la doctrina que afirma el carácter subjetivo de los valores, surgidas a partir del siglo XVIII con David Hume. Dicha posición se fue transformando en el siglo XX en el emotivismo, corriente que niega la objetividad moral y sostiene que los juicios de valor son meras expresiones de sentimientos, que no pueden aspirar a la verdad. De esta forma, el emotivismo considera a la argumentación moral como mera estrategia retórica. Sobre la base de una indagación filosófica en esta corriente, el volumen intenta actualizar el emotivismo como propuesta de análisis del lenguaje moral y examinar la posibilidad de dar cuenta de un auténtico razonamiento ético en su seno.




¿De que trata “La ética y los límites de la argumentación moral”?


El libro tiene como eje la antigua pero recurrente discusión en torno de si existe o no una ética objetiva. En esta ocasión encaré el problema desde la perspectiva del análisis del lenguaje moral, es decir, preguntando qué decimos cuando decimos que algo es bueno o malo en sentido moral. Por ejemplo, cuando decimos que “Juan es bueno”, ¿estamos describiendo una propiedad que está en Juan, como cuando decimos que “Juan es alto”? ¿O más bien estamos expresando los sentimientos que esa persona nos despierta, como cuando decimos “Ojalá que todas las personas se comporten como Juan”? En ese contexto, mi investigación se centró en el subjetivismo axiológico, que es la posición que afirma que los valores no existen objetivamente sino en las personas que valoran, y en el emotivismo, que es la postura que considera que los juicios de valor no describen nada, sino que expresan sentimientos de aprobación o de desaprobación.


¿Qué consecuencias pueden extraerse del emotivismo?

Si el emotivismo es un análisis correcto, entonces los juicios de valor no serían ni verdaderos ni falsos, puesto que su función no sería la de describir nada, sino sólo la de expresar los sentimientos que ciertos actos nos despiertan. Así, cuando digo “Ojalá que nunca más se repitan hechos como estos”, lo que expreso no se convertiría en verdadero si nunca más se repiten esos hechos, ni falso en caso de que volvieran a suceder hechos semejantes. Es sólo la expresión de un deseo. Si esto es cierto, entonces no tendría sentido creer en la posibilidad de un conocimiento moral, y por tanto en una ética objetiva.



¿Cuáles son los límites de la argumentación moral a los que hace alusión el título?

Para los emotivistas clásicos como Alfred Ayer la argumentación es mera retórica: no hay verdaderas razones que sirvan para apoyar un juicio de valor. En este volumen intento mostrar, contra lo afirmado por los propios emotivistas, que es posible reconstruir el razonamiento moral sin renunciar al emotivismo. Sostengo, no obstante, que la argumentación moral tiene límites. Particularmente considero que es imposible llegar a un acuerdo argumentativo cuando los interlocutores enarbolan principios éticos muy diferentes: faltando ese suelo común la discusión moral no podrá nunca ser fructífera. Por ejemplo, supongamos que intentamos convencer a una persona que desprecia a cierta clase de hombres y disfruta de su sufrimiento, que torturar a esos hombres es moralmente incorrecto y no un acto de justicia. Podemos ofrecer varios argumentos (por ejemplo que las personas torturadas son, en algunos aspectos relevantes, parecidas a él), o mostrarle cuanto dolor se causó a los perseguidos. Sin embargo, todas estas razones presupondrán lo que se le quiere mostrar, que es lo que él no acepta: que el sufrimiento de cualquier hombre es horrible y que los seres humanos merecen respeto. Si no logramos que él experimente eso, ya no será posible convencerlo mediante argumentos. En muchas polémicas públicas de temas morales pasa lo mismo: los contendientes ni siquiera discuten, sino que se limitan cada uno a decir lo suyo, desprestigiar a quienes defienden una postura diferente y presionar para que su visión se imponga.


¿Cuáles son los filósofos examinados en su libro?

Son 5 los pensadores de los que me ocupo. Uno de ellos es David Hume, el padre del empirismo moderno y uno de los principales formuladores del subjetivismo axiológico. Los demás son todos del siglo XX: Bertrand Russell, Wittgenstein, Ayer y Mackie. Todos ellos afirman el carácter subjetivo de los valores, pero sus posiciones son diferentes. Así, Hume por ejemplo cree que es igualmente posible una ética objetiva, basada en los sentimientos naturales que experimenta todo ser humano.






1 comentario:

  1. Felicitaciones por el blog! Muy interesante la nota!

    Estimado/a,
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    Ezequiel Santiago Rodriguez
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